“Rayuela”
es un mandala
“Rayuela” abre para
los ojos del lector un mundo literario totalmente nuevo no sólo gracias a su
contenido sino también a su estructura, que desempeña el papel principal en la
obra y influye en su percepción. La novela consta de tres partes. Las dos
primeras “Del lado de allá” y “Del lado de acá” que abarcan los capítulos 1-56
cuentan la historia de la manera a la que un lector mediocre está acostumbrado.
La tercera parte tiene un carácter totalmente distinto, porque su estructura y
contenido relacionado con teoría de novela causan que es mucho más dificil de
leer. Cortázar propone dos lecturas de su libro. La primera está dedicada a un
“lector-hembra” y se reduce a primeros 56 capítulos que son más fácil de leer.
Quien quiere descubrir la mirada totalmente nueva a “Rayuela” no puede
renunciar a la tercera parte del libro titulada: “De otros lados. Capitulos
prescindibles” que no son ni un poco prescindibles según los comenta Leo
Pollmann: “Quien sólo quiera leer una “historia”, una novela, entretenida y
emocionante, puede conformarse con la primera mitad y con un curioso vistazo a
la parte tercera, pero perderá aspectos fundamentales de la obra”[1]
La tercera parte de “Rayuela” da a la primera vista una imagen de desorden,
pero es a la vez la parte que ordena y resume las ideas del autor sobre la
literatura, que influyen en comprensión de la obra. De esta manera desempeña un
papel clave en la novela. El “lector
cómplice” según Cortazár debe no sólo
leer la parte titulada “De otros lados” sino que seguir el tablero de dirección
inventado por el autor, que introduce un orden, en el que los capítulos de la
primera y segunda parte se mezclan con los de tercera. Se borran las fronteras
entre el orden y el desorden, entre lo ideal y lo no ideal. El aparente caos,
que introduce el tablero, lleva al lector al descubrimiento de la imagen ideal
de la obra. La ruptura de equilibrio construye un equilibrio nuevo,
desconocido, inesperado, mejor, crea las nuevas perspectivas de ver la obra.
Pollman describe este efecto de manera siguiente: “Este cuadro esquemático nos
ayudará también, como un hilo de Ariadna, a descubrir el intricamiento interno
del lineal y absoluto libro Rayuela
y, con ello, la estructura de la ideal y deslinealizada novela Rayuela”.[2]
La lectura más fácil, es decir según los capítulos del libro están impresas,
resulta falsa, da una imagen no verdadera de la realidad. La lectura que rompe
con el orden, que requiere del lector más trabajo intelectual y le permite
tomar parte en la construcción de la obra parece ser favorecida por el autor.
Ana María Barrenechea interpretando la estructura de “Rayuela” trata de
descubrir, por qué Cortázar no escribió su obra en el orden que propone al
lector y en vez de hacerlo propone dos maneras de leer su novela. Berrenechea
califica estos dos ordenes como dos diseños: «el diseño superficial, que
corresponde más o menos a una interpretación o una experiencia superficialdel
vivir, y el diseño profundo, que enuncia las secretas conexiones.»[3]
Estos diseños corresponden a dos maneras de descubrir y concebir el mundo. Depende
del lector cual de las dos vías elige para investigar la realidad.
Leer “Rayuela” es
como jugar a rayuela saltando por los capítulos. En la interpretación de
“Rayuela” de Leo Pollmann leemos: “El título del libro, que se refiere a un
hecho concreto y central y a su significación figurada, sugiere ya posiblemente
este movimiento a saltos necesario para leer la novela, este saltar al capítulo
correspondiente, análogo hasta cierto punto a la “subida al cielo” del juego de
la rayuela.”[4] Decidirse
a leer “Rayuela” siguiendo el tablero inventado por el autor significa aceptar
un desafío y jugar al juego que es leer
la novela saltando sucesivamente por sus partes hasta llegar al fin, al “cielo”
que no es facíl de alcanzar.
El cuadro de Cortázar
propone al lector empezar la lectura de su obra por el capítulo 73, que tiene de
veras caracter de un prólogo, donde el autor explica su idea de dar a la obra
una estructura tan extraordinaria. “Rayuela” quiere escapar de lo cotidiano, de
la costumbre pero no concentrándose en lo curioso, lo fictivo, lo sobrenatural,
sino juntando dos dimensiones: el mundo de la fantasía y la realidad. Es una
busqueda de una dialéctica ideal, donde
no se elige entre las contradicciones, sino que se las alea en una masa:
“(...)no debería elegirse entre Lescaux y Mathieu(...), entre Yin y Yang,
rebelión y conformismo, sino intentar decir al mismo tiempo sí y no, ser
verdaderamente dialéctico.”[5]
El fin de la novela es unir la tesis con la antítesis para lograr una síntesis.
“Rayuela” está basada en esta dualidad permanente de la realidad, que abre para
el lector las nuevas dimensiones, permite ver el mundo de otra perspectiva.
Andrés Amoros dice que la obra de Cortázar propone: “la conversión del hombre a
un nuevo orden, el descubrimiento de un nuevo mundo en el que las cosas sean y
no sean al mismo tiempo, superado lo que Cortázar atribuye a hábito mental
dualistico del racionalismo occidental.”[6]
Como signo del dualismo en la novela pueden servir dos espacios en los que
tienen lugar los acontecimientos de los dos primeros capítulos:Paris y Buenos
Aires que según Amoros “son símbolo de
la contradicción permanente, de sí y el no que existe en todo, muestras del perspectivismo
que es ineludible para encarar adecuadamente la realidad.”[7]
Paris y Buenos Aires crean dos mundos distintos que se mezclan continuamente en
toda la obra, provocando la alternancia de tiempos y espacios.
“Rayuela” rompe con
la estructura y los fines de la novela clásica. Sus partes no caben
perfectamente unas a otras, no hay entre ellas una interacción mecánica, el
desarollo de la acción no se puede prever. Cortázar huye de la rutina para hacer
una novela más profunda, más cercana a la vida verdadera: “(...)le interesa
romper los planos, crear zonas de sombra y perspectivas de profundidad, abrir
el cuadro a muy diversos horizontes, reales e imaginarios. En este sentido se
trata de una novela más “abierta” y, por eso mismo, más humana, más realista
que la tradicional.”[8]
“Rayuela” es una gran crítica de la visión estática de la escritura clásica
cerrada. La novela de orden abierto es una respuesta a las desventajas de la
novela tradicional. Como comenta Jaime Alazraki: “era necesario ofrecer alternatias
que desde la hechura misma de la obra demostraran que el orden cerrado de la
novela equivalía a esos sistemas lógicos criticados por los personajes de Rayuela (...) la novela buscaba nuevas
formas de percepción y nuevos conductos de exploración que posibilitaran ver
dónde el orden cerrado había fallado y salir del empantanamiento donde la
novela- filme se había detenido.”[9]
El orden abierto de la novela da a la obra posibilidades inalcanzables para los
libros de esctructura cerrada, abre los espacios que para la escritura
tradicional están cerrados.
Cortázar escribe
“Rayuela” usando la técnica de “collage” que quiere decir, que su obra consta
de textos de varios caracteres que aparentemente no tienen ninguna relación
unos con otros, pero en realidad es otra vez uno de los recursos que permiten
alejarse de lo artificial de modelos clásicos de la novela. Es una manera de
crear la nueva realidad juntando los fragmentos del mundo existente de un modo
insólito, extraordinario, chocante, inesperado, irracional. La novela nace como
una obra plástica, no sólo abre nuevas dimensiones de percepción, sino que
permite la recepción mediante todos los sentidos. Andrés Amorós compara en su
interpretación de “Rayuela” a Cortázar con «el artista plástico de nuestro
siglo» quien «incorpora a su creación materiales de todo tipo: cuerdas, trapos,
recortes de periódico, un billete de metro.»[10]
En “Rayuela” encontramos una variedad de géneros literarios que constituyen una
parte del texto, son documentos, cartas a los periódicos, versos o letras de
canciones. Todos estos elementos extravagantes obtienen un nuevo sentido dentro
de la novela y los infinitos ordenes de leer la obra permiten descubrir cada
vez nuevas combinaciones de los textos que despiertan asociaciones imprevistas.
El mismo Cortázar dice que incorpora en su obra las palabras ajenas que
considera perfectas, sin cambiarlas, porque cree que no podría expresar su
contenido mejor que alguien ya lo hizo. De esta manera se crea un nuevo tipo de
la novela polifónica, donde aparecen varias voces no sólo de los personajes,
sino de los varios tipos de escritura, del lenguaje en el que el hombre expresa
sus pensamientos. La obra literaria de este tipo puede incorporar todo y dar al
lector una imagen completa, ideal, aunque a veces chocante de la realidad.
En “Rayuela” se
mencionan las ideas de Gombrowicz sobre el arte de escribir que se acercan a
punto de vista surrealista que niega todas las reglas, todos los canones: “Para
los surrealistas, el arte constituye una gran parte de la vida, y puesto que
consideran la vida como una burla, como un juego absurdo, piensan que se debe
tratar al arte del mismo modo.”[11]
Ya el título de “Rayuela” subraya su caracter de juego, que está confirmado por
su estructura, que tiene la función de reflejar la realidad mostrándola de las
perspectivas totalmente insólitas. Gerald J. Langowski en el texto “El
surrealismo en la ficción hispanoamericana” menciona las influencias de la
patafísica de Alfred Jarry sobre la obra de Cortázar. Uno de los rasgos característicos
de patafísica que aparecen en la “Rayuela” es la unión de las cosas disonantes
para colocar lo bonito en un ambiente extraordinario, monstruoso: “Basta
recordar los pasajes que describen orgías sexuales y borracheras, los juegos
ridículos, el manicomio, los escapes alucinatorios, los síncopes, y otros
elementos chocantes y sórdidos.”[12]
El principio siquiente de patafísica que aparece en la obra de Cortázar es «la
ambigüedad como criterio de la convertibilidad.» La falta de relaciones entre los
acontecimientos, del equilibrio, el caos despiertan el incertidumbre del lector
que está consciente de que su manera de entender el contenido de la obra es
sólo una entre muchas otras totalmente distintas: «Todo es conjetural, y la
interpretación de un lector vale tanto como la de otro.»[13]
Encontrar una única verdad no es posible, todo son apariencias subjetivas. Una
de las consecuencias de la estuctura de “Rayuela” leída según el tablero
propuesto por el autor es el anacronismo que también partenece a los rasgos de
patafísica como principio que permite mezclar distintas zonas temporales y de
este modo alcanzar la eternidad. El lector de la obra de Cortázar que decide
seguir el orden de leer inventado por el escritor “tiene que prepararse para
saltar de una realidad a otra, para entrar en zonas temporales suspendidas y
regiones de rayan en lo alucinatorio.”[14]
La palabra clave es de nuevo “el juego.” Cortázar juega a cada paso con el
lector, con la realidad, con la razón, con tiempos y espacios. “Rayuela” es un
gran juego con la fantasía y el intelecto.
Cortázar
se distancia del pensamiento racional y de esta manera también de la rutina
proponiendo al lector un libro que requiere sus fuerzas espirituales para ser
comprendida. Dando dos lecturas a la obra el escritor sugiere que existen
muchas otras. El lector toma una activa parte en creación de la “Rayuela”,
eligiendo la manera de leerla, da sentido a la obra. La teoría de percepción de
la obra obtiene en caso de “Rayuela” una cara nueva. No se trata solo de ilimitada
cantidad de interpretaciones, de modos de entender el libro, la obra de Cortázar
exige del lector que tome parte en su construcción, decidiendo en que orden
quiere leerla. Mientras que las poeticas que se concentran en el fenómeno del
lector y su entendimiento de lectura hablan de la infinitas posibilidades de la
percepción, Cortázar hace un paso adelante, sobrepasa lo infinito de la
percepción creando un libro que puede multiplicar la infinidad de
interpretaciones en infínito. Teniendo en cuenta el hecho de que cada obra
literaria tiene tantas percepciones cuantos lectores durante todo el periodo de
su existencia (algunos libros son eternos, otros quedan en la consciencia de
los lectores en le tiempo determinado) se llega a una cantidad de interpretaciones
inconcebible para la razón humana. Cortázar aumentando las lecturas de su obra
sobrepasa todavía las fronteras no existentes de la percepción. “Rayuela”
alcanza también otro tipo de lo infínito, porque leída según el tablero de
dirección es una novela que no termina nunca. El lector que sigue la numeración
colocada al final de cada capítulo descubre que después de leer el 131 debe
pasar al 58 que le envia de nuevo al 131 creando un círculo sin salida, sin
fin. Cortázar realizó su deseo de «escribir la novela que no concluya nunca, la
novela viva, la novela total, el libro que encierre en sí todos los libros, es
decir, la auténtica y definitiva “obra abierta.”»[15]
De este modo la acción de la novela no cierra nunca, representa un modelo ideal
de la escritura abierta.
Él quien lee la “Rayuela” es a la vez su
creador: “El lector no debe estar fuera de la experiencia de la obra, sino que
debe identificarse con el autor y con su experiencia al mismo momento y al
misma forma.”[16] “Rayuela”
es una novela escrita para el lector, una obra que se concentra en su
destinatario más que en sus propias personajes. El lector se convierte no solo
en el lector sino también en el personaje de la novela. Morelli dice en
“Rayuela”: «el verdadero y único personaje que interesa es el lector y lo que
se busca es contribuira mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo.»[17]
De esta manera el destinatario se hace también un mensajero, usando durante la
lectura sus propias experiencias, sus ideas y visiones, crea junto con los
personajes fabulosos un mensaje que él después recibe. Todo el tiempo el lector
queda en un contacto muy cercano con la ficción que se hace en el momento de
leer una parte de su realidad por medio de su participación activa en formar el
aspecto de la obra. Jaime Alaznaki describe “Rayuela” de la manera siguiente:
“Novela- puente entre el autor y el lector: el primero provee la baraja, pone
las cartas sobre la mesa e invita el segundo a entrar en el juego y a ejercer
su derecho de participación por medio de su propia combinación.”[18]
Cortázar presenta su visión de la literatura, abre su novela para el lector, le
permite o mejor decir le obliga al lector
cómplice a ser creativo y de esta manera reduce conscientemente su propia
función del autor. Su obra es una creación autónoma y dejándola abierta
renuncia a su derecho a controlar las impresiones que puede dar su novela. Así nace
un ambiente de inseguridad que refleja los principios de la filosofía de
Cortázar, que “realiza la actítud de quien sólo sabe que no sabe nada y,
negando todo dogmatismo, sólo acepta una escritura que revele su propia
incertidumbre y su caminar entre tinieblas.”[19]
La novela cerrada, de aspecto y incambiable representa una literatura
ordinaria, una carcel para la fantasía y inteligencia del lector, que no puede
escapar de la estructura de la obra. La palabra clave para entender la
importancia de la participación en la creación del mundo literario de “Rayuela”
es mandala, relacionada con la búsqueda por el lector del
esquema adecuado para leer la obra. Cortázar
estaba fascinado con la filosofía de mandala quería originalmente nombrar su
novela “Mandala” en vez de “Rayuela.” El libro está construido como un mandala,
en el que cada lector descubre la visión del mundo del autor y a la vez su propia
imago mundi: “Rayuela es la novela de un escritor que la escribe como su propio mandala pero en la que cada lector puede
encontrar también su mandala porque
su materia es materia de todos y porque las preguntas que se plantea son
preguntas que, en mayor o menor medida, nos las hemos planteado todos.”[20]
“Rayuela” es una obra en la que cada lector encuentra su propia novela, es una
creación de todos. Tiene un caracter arquetípico, enriqueciendo el proceso de
individualisación personal de su recipiente influye en y está bajo de la
influencia de lo inconsciente colectivo.
Literatura primaria:
Julio Cotázar, “Rayuela”,
Catedra, Madrid 2003.
Literatura secundaria:
Leo Pollmann, „La ‘Nueva novela’
en Francia y en Iberoamérica”, Gredos, Madrid 1971.
Lafforgue
et al., “Nueva novela latinoamericana”, Paidós, Buenos Aires 1972.
Jamie Alazraki, „Hacia Cortázar:
aproximaciones a su obra”, Anthropos, Barcelona 1994
Gerald J. Langowski, “El surrealismo en la ficción
hispanoamericana”, Gredos, Madrid 1982.
[3] Ana María Barrenechea, “La estructura de ‘Rayuela’
de Julio Cortázar”, en: “Nueva novela latinoamericana”, Lafforgue et al., Paidós,
Buenos Aires 1972, p. 411.
[4] Pollmann, p.297.
[6] Andrés Amoros, “’Rayuela’(nueva lectura)”,
en: “Anales de literatura hispanoamericana”, No1, 1972, p. 110.
[9] Jamie Alazraki, „Hacia
Cortázar: aproximaciones a su obra”, Anthropos, Barcelona 1994, p. 213f.
[10] Andrés Amorós, “Introducción a ‘Rayuela’”,
en: “Rayuela”, Julio Cortázar, Cátedra, Madrid 2003, p.51.
[11] Gerald
J. Langowski, “El surrealismo en la ficción hispanoamericana”, Gredos,
Madrid 1982, p.138.
[12] Langowski, p. 142.
[13] Ibidem, p. 142.
[14] Ibidem, p. 142.
[16] Langowski, p. 139.
[17] Alaznaki, p.206.
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